por defender frontera,
detener una granada
La guerra nos va atrapando
He visto al niño jugando
Del hombre la perspicacia
Hasta el diablo manipula
De la destrucción rodeado
No queda nada exceptuando
A veces me siento ajena
observador habitual de ésta orbe gigantesca,
extraña realidad, en este sueño de aceras cotidianas;
como andando senderos de otro tiempo,
recorriendo la vida de otras auras.
Camino sus callejuelas, pronuncio sus palabras,
ajusto mi respiración al tiempo de sus albas;
y todas las noches recuerdo sus colores
y ruego que mañana despierte la ilusión con mi plegaria.
Pero no logro ser,
más que realidad de ensueño ajeno;
todos los amaneceres de soles no calientes
y todas las noches de estrellas, acariciando mi vientre.
Amanecí recostada en tu pecho, aquel alba
como siempre que juntos nos abraza la noche,
tu hombría rendida ante mi frágil aura
como siempre que nos roza el desesperado amanecer.
¿Qué tendrá tu cuerpo en el mío cada vez
que mi cuerpo sin el tuyo no sabe cómo ser?
¿Qué tendrá en tu aroma mi fragancia de mujer
que no sabe tu aliento respirar sin él?
Para saber seguro que no estará tu piel
como siempre que llegue el Sol a su altivez
y entender nuevamente que hoy y que otra vez
volverás a mi vientre, como siempre … sin querer
Recorrí la inercia de los segundos muriendo sin remedio
como respiración inconsciente y caminata sin sentido,
no entendí en cada uno de sus tramos la forma en que mi cuerpo
diseminó un pedazo del alma entre sus cansados e inseguros pasos.
¿Será que la vida se compone de pequeños espacios de consciencia
que sólo se alcanzan pagando como precio una dosis de obscuridad?
¿Será que sólo se vive una parte de los momentos de los tiempos
como si fuera requisito de amar descubrir el propio corazón vacío?
Independientemente de todo lo que teoricen las ciencias o las religiones, el único fin de la vida es ser feliz. Y la única forma de felicidad posible acaricia los cuerpos y se exhala por los poros. Es una emoción que aunque es imposible describir se acerca a la de un verso que refleja lo más profundo de las almas y se visualiza como los matices de un óleo de Monet en cada uno de los diversos recovecos del alma.