jueves, 28 de mayo de 2009



A veces me siento ajena
observador habitual de ésta orbe gigantesca,
extraña realidad, en este sueño de aceras cotidianas;
como andando senderos de otro tiempo,
recorriendo la vida de otras auras.
Camino sus callejuelas, pronuncio sus palabras,
ajusto mi respiración al tiempo de sus albas;
y todas las noches recuerdo sus colores
y ruego que mañana despierte la ilusión con mi plegaria.
Pero no logro ser,
más que realidad de ensueño ajeno;
todos los amaneceres de soles no calientes
y todas las noches de estrellas, acariciando mi vientre.