Estamos llenos de escarapelas
que nos distinguen al parecer
y somos tantos quienes las llevan
que no nos pueden reconocer.
Somos mediocres sin inocencia,
somos cobardes por convicción;
somos gigantes ante los otros
porque escondemos un gran temor.
Vivimos siempre como esperando
sin animarnos nunca a atacar
y criticamos a los pasivos
sin hacer tiempo para luchar.
Somos los buenos de la película
pero “realistas” y por demás,
no somos héroes porque no existen
ni somos líderes por humildad.
Creemos tanto en nosotros mismos
como creemos en los demás
y aunque llevamos trajes de acero
nunca encontramos seguridad.
Somos profetas pero pacíficos
en la platea de la crueldad,
somos quejosos siempre a los gritos
que se enmudecen si oyen hablar.
Tenemos llanto y la risa fácil
pero cerramos el corazón,
compadecemos siempre a los otros
sin socorrerlos en su dolor.
Somos albergue de vana envidia
y egoístas sin resquemor,
no somos santos pues “no podemos”
ni somos dignos de algún amor.
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