Decreté hace tiempo cerradas las puertas del alma
A las ilusiones, a las esperanzas y hasta las canciones
Amordacé mis deseos y saqué a pasear en el mundo
A la actriz sublime que me acompañó por estaciones
Renuncié a mí misma para ser el personaje de otros
Cambié el discurso y guardé en el cajón el verdadero
Olvidé la algarabía de una hoja seca bajo mis pasos
Y el aroma de los girasoles en los caminos cotidianos
Para no añorar quien era, para no soñar mis sueños
Y resistir los espacios, los tiempos y diarios relatos
Para soportar esta inercia de amaneceres extraños
Y detener a la mente de pensamientos nostálgicos
Y Decreto ahora mismo, el final de aquel decreto
Pero no surge en la mente una idea entusiasmada
Y hasta vacila la lógica de entrar en esta morada
Pero no surge ya fresca la ilusión ni la esperanza
Y es imposible al aliento tararear ni una tonada
Pues aunque obliga el decreto terminar el anterior
No hay forma de dar visión a unos ojos ya cegados
Ni de redimir la corriente coordinada a la esperanza
Si he perdido la natural aptitud de andar senderos
No hay forma de despertar a quien durmió por años
Ni de distinguir un aroma entre olores malsanos
Ni de cantar las canciones que cantaba de niña
No hay forma, de que encuentre una forma yo.
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